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La Mano Peluda: Beatriz, el espíritu de la monja que atemoriza la Catedral de Durango

Pobladores del lugar aseguran que cada noche se puede ver la silueta de mujer vestida de blanco en el campanario.

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Se dice que cuando las personas dejan asuntos pendientes en vida, su espíritu jamás logra descansar. Tal es el caso de Beatriz, la monja que durante siglos ha atemorizado la Catedral de Durango en espera de encontrarse con su amor.

Pobladores del lugar aseguran que cada noche se puede ver la silueta de mujer vestida de blanco en el campanario de la iglesia. Otras versiones señalan que esto sólo ocurre cuando hay luna llena, contó Gina Avilés en La Mano Peluda para Grupo Fórmula.

La leyenda cuenta que, durante la intervención francesa en México, una monja de nombre Beatriz vivía en un pequeño convento a las afueras del estado de Durango. La mujer se enamoró perdidamente de un soldado francés, quien se encontraba en un cuartel militar ubicado muy cerca del convento.

Todos los días a la misma hora, el joven pasaba con su tropa por la avenida principal y Beatriz siempre lo observaba desde una ventana de su dormitorio.

Un día, el soldado de nombre Fernando llegó a la puerta del convento pidiendo ayuda a la monja porque el ejército mexicano había emboscado a su tropa, y, en el intercambio de disparos, él resultó herido. En ese momento, al ver la desesperada situación del combatiente francés, Beatriz decidió darle asilo por un par de días mientras recuperaba su estado de salud.

Pero, con el paso de los días los dos jóvenes terminaron completamente enamorados.

Pocos días después, el soldado tuvo que retirarse con el fin de la consumación de la intervención francesa, pero no sin antes despedirse de su amada Beatriz, a quien le prometió regresar algún día en cuanto su tropa encontrara un lugar en donde esconderse.

No obstante, más tarde el ejército mexicano dio con su paradero y fusiló a todos los soldados, entre ellos a Fernando.

Beatriz nunca supo lo que pasó, por lo que nunca perdió las esperanzas de que algún día su amado regresara por ella, mismas añoranzas que la hicieron aferrarse a la catedral. 

Todos los días iba al campanario del pueblo a esperar el regreso de Fernando, pero lamentablemente esto nunca sucedió.

Una mañana, cuando el sacerdote abrió la puerta principal de la catedral encontró el cuerpo de Beatriz, quien una noche simplemente cayó desde una altura de 30 metros cuando se encontraba en el campanario. Pero ni la muerte detuvo el amor que sentía por Fernando, pues siglos después, su espíritu continua atemorizando a los ciudadanos mientras sigue esperando a su amado.