Opinión

A LA IZQUIERDA

La política Joker

En la soledad de la vida precarizada, de repente alguien irrumpe desde el televisor o las redes sociales con un discurso beligerante, denunciando que “el racismo no existe o que quieren imponer “la ideología de género”.

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En su libro, ¿La rebeldía se volvió de derecha? (2021), Pablo Stefanoni recurre a la película Joker, de Todd Phillips, para explicar la “dificultad radical con la que nos enfrentamos hoy para dar cuenta de la orientación política y cultural de la rebeldía”. Se trata de un filme en que el protagonista pasa, de un momento a otro, de ser un excluido en una sociedad corrompida a encabezar —ya sea en su imaginación o en la realidad— una revuelta violenta. Durante ese proceso de conversión no encuentra alternativa alguna para aliviar su dolor, salvo la denuncia criminal de la sociedad en la que vive. Esto, en palabras del autor, ejemplifica uno de los dilemas de nuestros tiempos: “estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla”. 

En Joker se muestran al menos dos problemas: primero, el de una sociedad rota en la que nada funciona: la familia, los compañeros de trabajo y la ciudadanía en general son hostiles con el protagonista. Lo hacen sentir que no forma parte de nada, razón por la cual desea fervientemente el reconocimiento, que cree que puede obtener en un programa de televisión (pero que bien podría buscarlo también en las redes sociales). El único lugar que tiene asignado en ese orden decadente, es la atención que el Estado le brinda por su enfermedad mental, con todo y que la trabajadora social apenas y lo escucha. Cuando por la austeridad esa atención se termina, el futuro Joker pierde su último vínculo con la comunidad política, queda a merced de la desigualdad y comienza la ficción de su transformación.

Lo importante en el argumento no es la fantasiosa y violenta rebelión final, sino la falta de afiliaciones sociales previa que, además, nos resulta tan cercana. La exaltación neoliberal del mercado y la individualidad, llegó al extremo de responsabilizar a los individuos de su bienestar y felicidad, mientras desmantelaba los servicios públicos y sumía a la gente en la precariedad. Con ello generó la sensación, que observamos en el protagonista, de que estamos solos para enfrentar nuestros miedos y angustias. 

Sólo que la ruptura en las afiliaciones sociales no explica, en sí misma, a la violencia. Se trata, más bien, de la falta de alternativas igualitarias que den sentido y salida al enojo. Y ese el segundo problema que enuncia el Joker y que Slavoj Žižek explica así, de acuerdo al mismo Stefanoni: “la elegancia de Joker reside en cómo el paso de un impulso autodestructivo a un ‘nuevo deseo’ de un proyecto político emancipador está ausente del argumento de la película: nosotros, los espectadores, estamos invitados a llenar esta ausencia”.

En un artículo previo expliqué que la izquierda encontró a través del populismo la vía para impulsar un proyecto político emancipador. El problema es que en muchas partes del mundo el populismo revitalizó la participación democrática, pero no pudo transformar los cimientos del sistema, y terminó por convertirse en una revolución pasiva del neoliberalismo. Con su fracaso, sin un nuevo horizonte, y sin una nueva y mejor realidad material, son otros los invitados a llenar el vacío. 

Y así surge la política Joker: en la soledad de la vida precarizada, de repente alguien irrumpe desde el televisor o las redes sociales con un discurso beligerante, altanero, con un performance lleno de rabia como la del espectador, denunciando que “el racismo no existe” o que quieren imponer “la ideología de género”. No importa si tiene razón, sino que la rebeldía de su discurso y de su lenguaje corporal resultan inspiradores para entender y enfrentar la hostilidad de nuestro entorno. Ocurre en Colombia, con Rodolfo Hernández; en España, con Santiago Abascal; en Argentina, con Agustín Laje; y es lo que imitan en México Gabriel Quadri o Pablo Majluf.

 “Solía pensar que mi vida era una tragedia, pero ahora me doy cuenta que es una comedia”.