Los lagartos han comenzado a merodear donde antes jugaban niños. En las últimas semanas, vecinos del parque Fray Andrés de Olmos han reportado al menos tres avistamientos de cocodrilos en la laguna del Chairel, justo en áreas cercanas donde familias practican kayak y pasean sin saber que, bajo el agua, algo se mueve con hambre antigua. El miedo ya no es rumor: hay videos, hay fechas, hay testigos.
Los cocodrilos no solo aparecen; se acercan. Se han dejado ver siguiendo kayaks a pocos metros de la orilla, y su presencia ha despertado una preocupación legítima en la colonia Fray Andrés de Olmos, señaló Fernando Arturo Sánchez González, representante vecinal.
"Nos han enviado grabaciones donde se ve al lagarto muy cerca de una persona en kayak. No es un susto, es una señal. Si no se actúa, va a pasar algo".
El llamado no es nuevo, pero esta vez lleva la urgencia de lo que ya no puede esperar. Desde inicios de año, los colonos solicitaron a la alcaldesa Mónica Villarreal Anaya la instalación de una valla de 500 metros para impedir que los reptiles accedan a las zonas recreativas del parque. El proyecto requiere una inversión de un millón de pesos, pero hasta ahora no ha habido respuesta concreta.
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La laguna del Chairel no tiene restricciones claras ni reglamentos visibles que prohíban el uso de kayak. Tampoco hay personal de vigilancia en la zona. Los vecinos insisten en que no se trata de prohibir el acceso al agua, sino de crear un perímetro seguro, especialmente para los menores que frecuentan el área de juegos infantiles.
Los cocodrilos no avisan. Se deslizan entre el lirio sin ruido, sin prisa, como si la laguna les perteneciera —y en cierto modo, les pertenece. Pero las familias también merecen tranquilidad. Por eso los habitantes del Fray Andrés de Olmos exigen lo mínimo: una cerca que proteja la vida antes de que haya que llorarla.