Sobre la orilla de Playa Miramar, entre el aroma del mar y el bullicio de los bañistas, una tradición se mantiene encendida al calor del carbón.
Desde hace más de dos décadas, Don Dionisio Sánchez Gómez ha conquistado a turistas y locales con sus famosos elotes asados, una receta sencilla pero irresistible que se ha vuelto parte de la identidad gastronómica del litoral tamaulipeco.
Con un carrito ambulante convertido en cocina portátil, este vendedor de oficio y corazón transforma el maíz en un platillo que alimenta más que el cuerpo: alimenta la memoria, el antojo y el momento.
Del fogón al corazón de los bañistas
La historia de los elotes asados en Miramar comenzó cuando don Dionisio, junto con otros vendedores, buscaban ofrecer algo diferente a los tradicionales trolelotes y elotes cocidos. “Probamos ponerlos al carbón... y pegó”, recuerda. Hoy, el sonido de los granos dorándose en la parrilla es parte del paisaje sonoro de la playa.
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Servidos en plato o en hoja de maíz, los elotes llevan mayonesa, queso, chile en polvo y limón, y se venden por 40 pesos. Son preparados al momento, con producto fresco, porque como él dice: “el elote asado no se puede guardar para mañana”. En días normales vende entre 80 y 100 elotes, pero en vacaciones la cifra puede duplicarse hasta los 200.
Los comensales llegan de distintos rincones de México buscando esta delicia, ya casi obligada para quien pisa la arena de Miramar. “A muchos ya los conozco, vienen cada año y lo primero que preguntan es por los elotes asados”, cuenta con orgullo.
Creatividad que evoluciona: el boom del “tostitrole”
Pero la innovación no se detiene ahí. Don Dionisio también ha adaptado su menú al gusto de los más jóvenes con productos como el “tostitrole”, una mezcla explosiva de trolelote con Tostitos o Sabritas, mayonesa, quesos fresco y amarillo, cacahuates, limón y salsas de cacahuate o chile seco.
“Cuestan 80 pesos, pero con uno de esos quedas lleno. Es para el que anda en la playa, sale del agua con hambre y quiere algo rico sin gastar tanto”, explica.
La comida que vende no solo es antojo: es parte de la experiencia de estar en Miramar. “Muchos vienen con poco dinero, pero no se van sin su elote. Es una forma económica de disfrutar la playa y comer sabroso”.
Sabor que forma parte del paisaje
Instalado todos los días desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la noche, don Dionisio recorre la playa con su carrito, como lo hacen decenas de vendedores que forman parte del alma viva de Miramar. “Aquí estamos todo el año, pero en Semana Santa se pone bueno, la playa se llena y los elotes vuelan”.
La invitación queda abierta: “Vengan a Miramar, disfruten del mar... y no se vayan sin probar los elotes asados”, dice sonriendo, mientras da vuelta a un elote que comienza a dorarse sobre las brasas.