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Son ocho equipos los que pretenden un mejor futuro del futbol mexicano

La oposición de estos ocho equipos, esperando que se sumen más, abre la posibilidad de una verdadera democratización del fútbol mexicano.

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El fútbol ha cambiado tanto en tan poco tiempo, que ya no basta con poder patear un balón para comprender de qué se trata; la industria del fútbol, el negocio, ha crecido de manera exponencial y no se detiene, cada vez genera más ganancias. Desde la venta de entradas o mercancía oficial, los patrocinios, los traspasos de jugadores, hasta la venta y posesión de los derechos de transmisión, la rebanada más grande del pastel. Mundiales, ligas, copas, todo lo que se pueda transmitir es gran parte del ingreso de FIFA, federaciones, ligas y equipos, en la mayoría de países con fútbol profesional, hay independencia entre liga y federación, como lo hay entre federación y FIFA, esto otorga independencia, equidad, y libertad financiera a las ligas para que puedan decidir cómo y a quién vender los derechos de transmisión para hacer una repartición adecuada de los ingresos entre los clubes de dichas ligas. En México no sucede esto; cada club del fútbol mexicano, puede negociar su contrato de derechos de transmisión, por lo que el valor que se fija, depende de la negociación entre el equipo y la televisora a transmitir, así, hay una diferencia entre lo que percibe un equipo popular, o que sabe vender, y uno que no.

Por años, una sola televisora transmitió el fútbol mexicano, tanto a nivel de clubes como de Selección, hasta que la extinta Imevisión adquirió los derechos de algunos equipos, que estarían dentro del traspaso de la empresa estatal a un consorcio privado. Así varios clubes fueron moviendo sus derechos de transmisión ante las nuevas alternativas. Parecía que, de alguna manera, el fútbol mexicano se equilibraba; pero fue mucho tiempo el que una sola empresa tuvo el control total del fútbol mexicano, porque no solo fueron los clubes, también los derechos de transmisión de la Selección Nacional, incluso varios Mundiales en los que no había otra opción para el espectador. Los derechos de transmisión de la Selección Mexicana han sido la manzana de la discordia por mucho tiempo, y sobre esto no hay disposición a ceder un solo ápice; controlar los ingresos que genera la Selección, es poder tener injerencia dentro de la Federación y, por ende, la liga.

Ante esta y otras anomalías que se encuentran en el fútbol mexicano, hay varios equipos que han levantado la voz varias veces; la última, con el intento de la inyección de un capital proveniente de un fondo de inversión externo, alrededor de 1,300 millones de dólares a cambio del 10% de las ganancias generadas, pero en el que aparecen algunas ligas con el entorno de ciertos equipos; para algunos, el fondo de inversión consistía en una doble ganancia, mientras que para la mayoría de equipos, significaba ceder cierto ingreso sobre su patrimonio. Así, ocho equipos: Pachuca, León, Monterrey, Tigres, Toluca, Juárez y Atlético San Luis cerraron filas en torneo a la defensa de sus intereses comunes para frenar lo que parecía ser un apoderamiento hostil, pero velado, de la liga mexicana. Como consecuencia, la persona que fungía como comisionado de la liga y que además había sido mediador, artífice y parte del fondo de inversión.

Al fútbol mexicano le hace falta rumbo y dirección; no hay un proyecto claro a futuro y todas las propuestas para desarrollarle se concentran en la inmediatez, en los resultados económicos, cuando la exigencia, y necesidad, es una transformación estructural profunda que realmente genere un piso parejo para todos los equipos. En la liga española, por ejemplo, el cincuenta por ciento de los ingresos generados por la venta de los derechos de transmisión, de toda la liga, se reparten de manera equitativa entre todos los clubes; un veinticinco por ciento, se reparte de acuerdo a los resultados deportivos y el resto según las responsabilidades sociales de cada club. Mientras en nuestro fútbol se sigue ponderando el crecimiento individual sobre el colectivo, el crecimiento económico sobre el futbolístico, lo que ha llevado al balompié nacional a una crisis en la que se ha deteriorado el propio deporte. La oposición de estos ocho equipos, esperando que se sumen más, abre la posibilidad de una verdadera democratización del fútbol mexicano que por mucho tiempo ha parecido gobernado por un cruel monarca que se beneficia de él, pero que no comparte su riqueza.