Durante su visita al estado que gobierna Joaquín Díaz Mena, la presidenta Claudia Sheinbaum destacó los alcances de las acciones sociales y políticas públicas que el gobernante ha implementado en Yucatán.
“Desde temprano hasta tarde lo veo, me platican, anda en todas las comunidades trabajando”, destacó la primera mandataria
Durante un evento en el municipio de Chocholá, Sheinbaum Pardo refrendó su respaldo al gobernante yucateco, a quien públicamente reconoció como “un gran gobernador, que le va a demostrar al mundo entero lo que es Yucatán, y es el más trabajador de todo el país”.
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En referencia a la labor del jefe del Ejecutivo estatal, la presidenta recordó a Felipe Carrillo Puerto, "quien condujo el estado hace muchos años" y reiteró que con 'Huacho', el mundo entero puede conocer qué hace el movimiento de la Transformación en el sureste mexicano y en todo el país.
Finalmente, la presidenta Claudia Sheinbaum y el gobernador de Yucatán Joaquín 'Huacho' Díaz Mena, coincidieron en recordar que la Cuarta Transformación siempre gobierna para toda la población pero, por el bien de todos, primero los pobres.
Felipe Carrillo Puerto
Felipe Carrillo Puerto nació en Motul, el 8 de noviembre de 1874, y desde niño conoció las duras condiciones de vida de los campesinos yucatecos, indígenas mayas en su mayoría, quienes trabajaban largas jornadas en condiciones casi de esclavitud, siendo explotados por terratenientes criollos, dueños de las haciendas.
A los 18 años, encabezó a la comunidad maya de Kaxatah a la que los hacendados de Dzununcán querían desalojar. Los hacendados y las autoridades porfiristas no toleraron esa protesta y Carrillo Puerto fue encarcelado.
Fue síndico, regidor de Motul, y crítico periodista que dirigió 'El Heraldo de Motul', desde donde denunció los abusos y atropellos que se cometían en contra de la población originaria, lo que le valió un nuevo encarcelamiento en el año de 1907.
En 1918 fue elegido diputado local y presidió la Cámara de Diputados yucateca, y a fines de ese año, gobernó su entidad durante 42 días, lapso que aprovechó para impulsar una ley laboral que garantizaba el derecho de huelga sin la necesidad de arbitraje, así como una semana laboral de 40 horas.
