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Palabras de José Narro Robles sobre los principales logros de la UNAM en el periodo 2007-2015

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Palabras de José Narro Robles en la reunión para presentar los principales logros de la UNAM en el periodo 2007-2015. 22 de septiembre de 2015 Muy apreciados integrantes de la Junta de Gobierno y del Patronato Universitario, Estimados consejeros universitarios, Respetados ex rectores de nuestra Universidad, Distinguidos integrantes del cuerpo directivo, Queridos colaboradores, Profesores e investigadores eméritos, Doctores Honoris Causa que nos acompañan, Secretarios generales de nuestras organizaciones sindicales, Distinguidos visitantes de España y Portugal, Destacados académicos presentes, Muy queridos estudiantes de nuestra Universidad, Trabajadores universitarios, representantes de los medios de comunicación, señoras y señores: Agradezco a ustedes haber aceptado la invitación para acompañarme en esta ocasión. Los he convocado para presentarles los principales logros alcanzados por la comunidad universitaria, durante los años en que he tenido el honor de coordinar sus esfuerzos. De igual forma, solicité su asistencia, para expresar mi gratitud a todos y cada uno de ustedes y a los sectores que representan. Gracias por su trabajo y apoyo, personal e institucional, durante mi gestión como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pronto nuestra institución iniciará un nuevo ciclo en su maravillosa biografía. Comparto con ustedes mi convicción de que la Junta de Gobierno es garantía de que el proceso para designar a quien dirigirá el trabajo de la comunidad, tendrá lugar con los más altos estándares universitarios y dentro de nuestra normatividad. Estoy seguro que los universitarios expresarán sus opiniones y preferencias con toda libertad, con gran participación y dentro de los cauces establecidos por la convocatoria y la legislación. Deseo que transitemos por un proceso donde los proyectos, las ideas, las razones y las propuestas sean lo importante. La tolerancia, ese valor que nos permite vivir cotidianamente la pluralidad que nos caracteriza, deberá hacerse presente en los días por venir. Los he convocado antes de que la Junta de Gobierno inicie su labor, con el objetivo de que no exista la menor duda de que estoy preparado para ser un buen ex rector. Tengan la seguridad de que seré absolutamente cuidadoso de los tiempos, las formas y las normas de nuestra comunidad. A la futura administración le aseguro mi respeto absoluto. He procurado asumir y cumplir con el privilegio y la responsabilidad que se me concedió, al máximo de mis posibilidades. No escatimé ningún esfuerzo personal al articular la labor de los universitarios. Traté de ser un rector con propuestas y planes de trabajo, pero sobre todo un coordinador de las iniciativas y planteamientos de todos los sectores de la Universidad. Hace cuatro y ocho años, al asumir la tarea, compartí públicamente la visión que tengo de la educación y del papel que juegan las universidades públicas en la sociedad contemporánea. Ahora, al repasar mis opiniones de esos tiempos y contrastarlas con lo que he experimentado y con lo que hoy sostengo, puedo asegurar a ustedes que no sólo mantengo esas perspectivas, las he fortalecido. En efecto, he ganado argumentos en mi convicción de que la labor de la Universidad supera a la de transmitir y generar conocimiento. El objetivo mayor tiene que ver con la formación de ciudadanos libres, con principios éticos y compromiso social, preparados para vivir en democracia, para fortalecer las instituciones, para ser solidarios con los demás, para respetar los derechos humanos de ellos y para exigir el cumplimiento de los propios. He podido reflexionar en numerosas oportunidades y estoy convencido de que la educación es uno de los grandes igualadores de la sociedad. Un bien público y social que rompe el paradigma de que "origen es destino”, que actúa como elemento liberador de los individuos y como condición indispensable para el progreso colectivo, para el desarrollo humano. He sostenido y hoy reitero que sin educación no hay porvenir alentador. Sin ella, se disminuye la condición humana a la que se aspira, se pierde dignidad y no se concretan los supuestos requeridos para vivir en libertad y democracia. En un mundo atrapado por las crisis más diversas: la financiera, la política, la social y la de valores para solo mencionar algunas, la educación adopta la condición de insustituible. Ella no ofrece todas las respuestas, lo he dicho, pero sin su intervención no hay respuesta alguna. Por supuesto que educar cuesta, pero no hacerlo conduce a la bancarrota, implica hipotecar el porvenir y suscribir un pagaré imposible de saldar incluso al paso de los años. Lo que ustedes han visto en la proyección, son en realidad los logros de una comunidad cuya vocación y pasión es el conocimiento. Una comunidad formada por académicos de alto nivel, capaces de interactuar con sus pares y colegas a nivel mundial; por alumnos jóvenes y entusiastas, representativos del mosaico social mexicano; por trabajadores comprometidos con su universidad y con la sociedad. Ellos son los que dan vida a la institución, ellos son los que forman una comunidad unida por valores y tradiciones, orgullosa de su historia y con un fuerte compromiso con la sociedad mexicana. Somos parte de una casa de cultura grande y con grandeza, masiva y con excelentes niveles académicos. De una institución donde se forman los profesionales que han modernizado al país y que lo seguirán impulsando hacia mejores niveles de vida; donde se realiza una parte importante de la investigación nacional; donde se desarrollan todas las áreas del conocimiento, incluidas algunas que no tienen cabida en ninguna otra institución; donde todas las expresiones de la cultura nacional o universal son cultivadas y recreadas. La UNAM vive hoy una buena etapa. Trabaja, avanza y tiene un sinfín de iniciativas para mejorar su quehacer. Sus servicios y aportaciones a la sociedad son pertinentes, de calidad y constantes. Su vinculación con instituciones hermanas del país y del extranjero son sólidas y genera resultados favorables. Sus alumnos cuentan con apoyos económicos y pedagógicos para mejorar su rendimiento escolar. Sus cuerpos colegiados tienen mayor legitimidad y representatividad. Sus investigadores cuentan con instalaciones y equipos similares a los de cualquier universidad de primer nivel, con una red de laboratorios modernos y bien dotados, al igual que con acervos bibliográficos y con el suministro de los insumos necesarios para las ciencias sociales y humanas. Su vinculación con el sector productivo está bien consolidada. Su actividad y oferta cultural es rica, diversa e imaginativa. Su presencia física se fortaleció en todo el territorio nacional, y en el extranjero ahora está presente en siete países. Su infraestructura se ha ampliado y modernizado. Su presencia pública y su prestigio están fuera de duda. Pero sobre todo, y quiero destacarlo, la Universidad tiene tres lustros de continuidad, de consistencia y mayormente de tranquilidad. Ha tenido condiciones para avanzar por la estabilidad interna, por el pujante dinamismo del trabajo académico y por el apoyo que nos han dado los poderes de la república. Este año contamos con el mayor subsidio gubernamental de toda nuestra historia. Nada ha sido gratuito, todo lo han ganado los universitarios con su trabajo. En todo momento busqué cumplir con la primera responsabilidad de un rector, que consiste en generar las mejores condiciones para garantizar el funcionamiento de la institución, todo el tiempo. Me siento orgulloso de que en estos ocho años, el total de alumnos de primer ingreso a la Universidad ascendió a 710 mil, en tanto que se titularon 154 mil y se pudieron graduar 32 mil especialistas, 22 mil maestros y 5,700 doctores, además de que egresaron de nuestro bachillerato casi 210 mil estudiantes. Creo que en la Universidad de México ha habido congruencia entre decir y hacer, entre pedir y dar. Se dijo que era indispensable ampliar la cobertura, y la matrícula aumentó en más de 45 mil alumnos, cifra superior a la de muchas instituciones públicas de educación superior. Se pidieron recursos financieros y se han entregado cuentas de su utilización. Los incrementos otorgados se destinaron a las tareas centrales de nuestra casa de estudios. Se hizo más y de mayor calidad con los recursos otorgados, todo ello en favor de la sociedad. La administración que me tocó coordinar, por supuesto, rendirá cuenta de lo realizado a través de los canales establecidos. Los informes completos en torno a lo que se logró y a lo que no se consiguió respecto de lo formulado en los dos planes de desarrollo de mi administración, serán públicos. Los libros blancos para la siguiente administración están listos. Los estados financieros han sido y seguirán siendo sometidos al escrutinio de las instancias correspondientes, de las internas, de las organizadas por los poderes nacionales y de todos los interesados en revisarlos. Las cuentas han sido y serán claras. En el video, como ya se señaló, se presentó un resumen de lo que desde mi punto de vista fue más relevante, pero por supuesto hay mucho más que se debe informar. Mis puntos de vista, opiniones y convicciones personales, aquellas que guiaron mi actuación y mis decisiones, las razones y argumentos que tenía en mente al ejercer la responsabilidad que se me confirió, se presentarán en una muy próxima publicación. La reunión de hoy es un primer ejercicio de rendición de cuentas. La verdad es que los propósitos de una administración que se desarrolla en una comunidad tan rica, crítica, activa y participante como la nuestra, no siempre pueden concretarse. Esto no se debe a la falta de voluntad o de trabajo, es más bien resultado de la necesidad de alcanzar la conformidad de los universitarios en las acciones trascendentes. Cuando eso no se logra, lo peor es tratar de imponer decisiones a toda costa. En ningún caso lo hice así. Nunca impulsé alguna acción sin consenso, ninguna medida que pudiera alterar la armonía y la tranquilidad que han caracterizado esta etapa. Avanzamos en muchos sentidos, siempre con el acuerdo de los integrantes de la comunidad involucrada en los distintos temas. No se insistió en los casos en que resultó imposible construir los acuerdos requeridos. De igual forma, nunca se cedió ante la presión y en lo académico por supuesto no se permitieron pasos atrás. Cuando se me nombró rector, dije que asumía la responsabilidad con plena conciencia de que la Universidad es una obra colectiva y con historia. Casi nada ocurre en ella de la noche a la mañana o por primera vez. El conocimiento y la Universidad implican procesos acumulativos. Recibí una institución fuerte, trabajando y con prestigio y así la entregaré. Agradezco a todos los que me acompañaron en la responsabilidad. Como digo con frecuencia al respecto, en la tarea colectiva que se desarrolló, los aciertos corresponden a quienes ayudaron a alcanzar los objetivos. Yo asumo los errores y defectos que se registraron. No es retórica, la verdad es que son muchas las personas y las inteligencias que participan en la toma de decisiones en una institución tan relevante, tan querida y tan respetada por los mexicanos. También lo es que le toca al rector asumir la decisión final. Públicamente quiero agradecer a la Junta de Gobierno por la confianza que depositaron en mí, no solo cuando tomaron la determinación de designarme. En todo momento me acompañaron y apoyaron en la tarea. Siempre sentí el peso de la responsabilidad, pero también obtuve de ellos la solidaridad y el consejo sabio cada vez que lo pedí. De igual manera, mi gratitud sincera al Patronato Universitario. La relación que establecí con ellos fue extraordinaria y nuestros intercambios y la labor conjunta beneficiaron a la institución. La tarea de un rector es imposible sin la intervención de colaboradores comprometidos. Se requiere de un buen equipo de trabajo, que afortunadamente pude integrar. La faena no es individual, es más colectiva de lo que puede suponerse y no se limita a la que se realiza en el equipo más cercano. Implica también la participación de todo el cuerpo directivo, de todos los integrantes de la administración central, así como del correspondiente a las entidades académicas. A todos los directores y funcionarios les agradezco sinceramente su compromiso y su entrega. Para mí es motivo de orgullo haber coordinado el trabajo de tantos y tan buenos universitarios. La participación activa de los órganos colegiados fue muy importante para concretar la mayoría de las propuestas que se presentaron. En primer término, reconozco y agradezco el trabajo de los integrantes del Consejo Universitario; igual de importante fue el realizado en los consejos técnicos de humanidades y de la investigación científica; el que tuvo lugar en los consejos técnicos, internos o asesores de las entidades académicas, así como el realizado por los consejos académicos de área, por el Consejo Académico del Bachillerato y por el Consejo de Difusión Cultural. No podría dejar de mencionar a los colegios de directores de facultades y escuelas y al del bachillerato. Además, para algunos asuntos decidí formar comisiones o grupos de trabajo integrados por universitarios distinguidos, que me ayudaron a tomar decisiones o definir posiciones, especialmente en temas nacionales en los que consideré que la Universidad no podía estar ausente. El desarrollo de la Universidad está condicionado por las situaciones, contextos y problemas del país. Por ello, y porque esos problemas han constituido parte de mis preocupaciones desde antes de ser rector, presenté abiertamente mis conceptos en los foros en los que participé. Nada me impidió expresar mis puntos de vista sobre los asuntos relativos a los derechos individuales y sociales de los mexicanos. La desigualdad, la pobreza, la falta de acceso a la educación, a los servicios de salud, al empleo digno o a la alimentación; los niveles de injusticia, corrupción e impunidad; al igual que la exclusión de porcentajes importantes de indígenas, mujeres, pobres y jóvenes, formaron y forman parte de mis preocupaciones permanentes. Busqué ser un rector con presencia al interior de la Universidad. Dentro y fuera de la institución asumí plenamente mi tarea. Fui rector de tiempo completo, un rector que vivió, como siempre lo he hecho, de un salario honestamente devengado. La austeridad personal no debe cambiar y menos cuando se utilizan recursos públicos. Atendí las invitaciones a participar y exponer puntos de vista tanto en municipios como en el Congreso de la Unión, ante los congresos de varios estados, frente a grupos empresariales y partidos políticos, frente a intelectuales, científicos, jóvenes, asociaciones civiles y, sobre todo, instituciones académicas nacionales y extranjeras. Dentro y fuera de la Universidad ejercí mi derecho a señalar y defender mis verdades, a externar mis posiciones. Estoy acostumbrado a la crítica, por ello la acepté, pero también ejercí mi derecho a discrepar. Entiendo que se corren riesgos cuando se plantean opiniones que no coinciden con algunas políticas públicas. No obstante, quiero reconocer que ningún funcionario gubernamental o político usó su autoridad para intentar dañar a la Universidad por las opiniones del rector. Por ello, no debe faltar mi agradecimiento a los funcionarios gubernamentales, a los partidos políticos y a sus dirigencias, a los servidores públicos federales, estatales y municipales, a los legisladores y a los miembros del poder judicial. A todos ellos mi gratitud por el apoyo recibido y por el respeto que mostraron hacia la Universidad Nacional, lo mismo en los momentos positivos, que en las circunstancias difíciles por las que atravesamos en estos ocho años. Agradezco también el respaldo y aliento de los medios de comunicación, de organismos empresariales, de intelectuales, artistas y actores religiosos de todos los credos. Todos ellos y muchos más, ya fuera con su apoyo directo o con el respeto a la autonomía universitaria, contribuyeron al buen funcionamiento de esta casa de estudios. No podría dejar de señalar lo fundamental que resultó el compromiso universitario de nuestras organizaciones gremiales, el STUNAM y la AAPAUNAM, en la estabilidad académica, política y laboral que tuvimos durante estos años. Agradezco la buena disposición y el compromiso de las dos asociaciones sindicales universitarias y de sus dirigentes. La responsabilidad de conducir a nuestra casa de estudios la ejercí con la convicción de defender los principios que la caracterizan: su autonomía frente a todo poder; la libertad de cátedra y de investigación; el sentido de identidad y el orgullo de pertenencia de su comunidad; el uso del diálogo, la razón y el derecho como fórmulas para resolver las diferencias; el respeto irrestricto a la inteligencia y el saber; la búsqueda de la verdad y la belleza; la promoción de la equidad y la justicia, así como los esfuerzos permanentes en favor de las mejores causas del país. Quiero reiterar mi confianza en el futuro de la UNAM y subrayar mi orgullo de ser universitario. Eso lo lleva uno en la piel, en la sangre, en ese continente del alma que llamamos corazón. Sucede por la trayectoria de nuestra institución, por su liga con la historia de la nación, por su inquebrantable compromiso con nuestro país. Muchas veces lo he dicho, México sería distinto sin la UNAM, pero por supuesto no sería mejor. He vivido intensamente la satisfacción de servir a mi universidad. Se me concedió el privilegio y disfruté enormemente al coordinar la labor de los universitarios. Siento satisfacción por los logros que alcanzamos y desilusión por algunos tropiezos que, afortunadamente, fueron los menos. Quiero reconocer la deuda que tengo con Justo Sierra, con Vasconcelos y mis predecesores, en particular con aquellos a quienes conocí y traté: Chávez, Barros Sierra, González Casanova, Soberón, Rivero, Carpizo, Sarukhán, Barnés y De la Fuente. Su pensamiento y sus acciones influyeron mucho en mi actuar como rector. No fueron las únicas fuentes de inspiración, pero sí algunas de las importantes. Apreciados universitarios: ¡Qué momento más complejo! Uno lleno de recuerdos y de sentimientos. ¡Qué difícil es decir adiós a una tarea tan grata! ¡Qué maravilloso saber que se está por alcanzar un objetivo, por llegar al término de una encomienda superior! ¡Qué emoción, qué gusto, qué tristeza! Mi deuda con la Universidad y con los universitarios se ha incrementado y es impagable. En noviembre de 2011 señalé que "la única forma de servir a la Universidad es hacerlo sin regateos, sin agenda personal, sin dudas, con absoluta entrega y pasión". También sostuve que no pasaría "mucho tiempo para que se juzgue si (conseguí) estar a la altura del desafío". Al acercarse el término de la tarea, toca a ustedes hacer la valoración correspondiente. Yo solo puedo decir que hice todo lo que pude, que me esforcé al límite de mis capacidades. Sin embargo, eso no basta. A la comunidad corresponde el juicio. ¡Son ustedes quienes tienen la palabra! "Por mi Raza Hablará el Espíritu”