Victoriano Huerta, el hombre que pasó de ser un prometedor militar en el Porfiriato a uno de los personajes más temidos y odiados de la Revolución Mexicana, terminó sus días en el exilio, lejos del poder que un día creyó asegurar en el estado de Texas.
Su historia estuvo marcada por la traición, la ambición y la violencia. Mientras que su cuerpo sin vida terminó en el cementerio Evergreen de El Paso, Texas, justo en la frontera con Ciudad Juárez, Chihuahua.
Nacido en 1845 en una familia humilde en Colotlán, Jalisco, Huerta parecía destinado a grandes cosas en la milicia mexicana, pero rápidamente ascendió en las filas militares durante la dictadura de Porfirio Díaz y fue elogiado por el propio Benito Juárez, quien reconoció su inteligencia y talento en el manejo de las tropas.
Para inicios del siglo XX, Huerta se había consolidado como un fiel defensor del régimen de Porfirio Díaz y combatió a los rebeldes en distintos puntos del país.
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Decena Trágica
La verdadera fama (más bien infamia) de Huerta no llegaría sino hasta 1913, con su papel protagónico en la Decena Trágica, periodo de diez días de caos y violencia en la Ciudad de México que representó el punto de inflexión para este personaje.
Durante ese sangriento episodio, el entonces presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron traicionados y asesinados bajo órdenes directas de Huerta, quien, en su afán de poder, no dudó en traicionar a su propio gobierno para instaurar una dictadura militar.
La noticia de la traición de Huerta sacudió a todo el país y rápidamente se desató un levantamiento armado en su contra. Lo que comenzó como una lucha entre facciones de poder se transformó en una guerra civil, con Ciudad Juárez como uno de los escenarios principales.
El Chacal
Victoriano Huerta fue conocido como "El Chacal" por sus contemporáneos revolucionarios, tras mantener el poder durante 17 meses, en un gobierno que se caracterizó por la brutalidad y la represión, donde la economía se desplomó y la violencia se incrementó a niveles alarmantes.
Mientras tanto, la resistencia en el norte de México, encabezada por el Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza, se consolidaba y Pancho Villa, uno de los líderes más populares de la Revolución, regresó de Estados Unidos pasando por el Valle de Juárez.
Es en noviembre de 1913, hace 111 años que Villa logró una victoria que ahora se conoce como la Toma de Ciudad Juárez, un triunfo que marcó el comienzo del fin para el régimen de Victoriano Huerta.
En la Segunda Toma de Ciudad Juárez se registró una de las hazañas más audaces de Pancho Villa y sus tropas, quienes lograron irrumpir en la ciudad en un tren de furgones de carbón, sin encontrar resistencia y tomaron la plaza.
La victoria resonó en todo el país y los revolucionarios encontraron en Villa un líder indomable que capturó la atención mediática y el apoyo popular, por lo que, al poco tiempo, las fuerzas revolucionarias continuaron ganando terreno, lo que culminó en la derrota de las tropas federales en batallas cruciales como la de Zacatecas.
Tras este hecho, Victoriano Huerta, acorralado y sin salida, renunció a la presidencia en julio de 1914 y fue obligado al exilio, por lo que partió de México en el mismo barco que había llevado a Porfirio Díaz a su propio destierro años antes.
Sin embargo, su espíritu beligerante no lo abandonó. En Estados Unidos, Huerta intentó nuevamente organizar un levantamiento armado para regresar al poder, pero fue arrestado por el gobierno estadounidense en 1915 por violar las leyes de neutralidad del país.
El Paso, Texas
Huerta pasó los últimos años de su vida recluido en Fort Bliss, Texas, lejos de la tierra que una vez gobernó con puño de hierro.
Finalmente, su vida terminaría dos años después, el 13 de enero de 1916 en El Paso, Texas, a causa de complicaciones de cirrosis hepática e ictericia, derivadas de su adicción al alcohol.
Fallecido en el destierro, solo y sin los honores que alguna vez lo acompañaron, se convirtió en una figura emblemática de la traición y el abuso de poder, una lección sombría sobre los límites de la ambición desmedida.
Desde entonces sus restos fueron sepultados en el cementerio Concordia de El Paso y, poco después, trasladados al panteón Evergreen, donde permanece hasta hoy en día.
Su tumba cuenta con una leyenda que señala "El único presidente extranjero enterrado en El Paso".
Desde su tumba, “El Chacal” es recordado como un símbolo de los excesos de la dictadura y como uno de los capítulos más oscuros de la historia mexicana.
Para muchos, la caída de Huerta fue una reivindicación de los ideales de la época de la Revolución Mexicana y su derrota en Ciudad Juárez representa un hito en la lucha por la justicia y la libertad en México.